En su camino, Jesús se encontró con personas de diversas culturas y creencias. Algunos lo reconocieron de inmediato y le dieron la bienvenida con amor y gratitud. Otros, sin embargo, desconfiaron de sus intenciones, recordando las heridas del pasado. Fue entonces cuando un ser celestial acompañante, enviado por el mismo divino consejo que le advirtió, se reveló. Este ser, conocido como El Guardián, era un aliado leal de Jesús y había sido asignado para protegerlo de las sombras del escepticismo humano. Juntos, Jesús y El Guardián viajaron por tierras distantes, compartiendo enseñanzas de amor, compasión y perdón. Sin embargo, la desconfianza persistía en algunos corazones. Las profecías antiguas se mezclaban con el temor, y las interpretaciones erróneas nublaban la verdadera esencia de su mensaje.
Con lágrimas en los ojos, Jesús se alejó lentamente de la Tierra, sintiendo el peso del rechazo de la humanidad en su corazón amoroso. Mientras ascendía a los cielos, se comunicó con seres superiores, mensajeros de la divinidad, para compartir la triste noticia de que el tercer planeta de aquel sistema planetario no merecía evolucionar.
En la presencia de seres de luz y sabiduría, Jesús expresó su dolor por la elección de la humanidad de rechazar la redención y abrazar la oscuridad. La noticia resonó en los planos celestiales, y un silencio pesado llenó el espacio. Los seres superiores, con compasión infinita, consideraron la situación. Después de una pausa solemne, tomaron la decisión de retirar el tercer planeta de sus planes divinos. Este mundo, que había sido el hogar de innumerables oportunidades para la evolución espiritual, sería olvidado en los anales de la creación.
En un acto de triste resignación, los seres superiores comenzaron a eliminar las huellas del tercer planeta de sus visiones divinas. Los planes grandiosos que tenían para este rincón del universo se desvanecieron, dejando solo el vacío y el olvido. Jesús, con el corazón roto, observó cómo su lágrima caía sobre la Tierra, simbolizando la tristeza de un amor no correspondido. Las estrellas, testigos silenciosos, atestiguaron la desaparición del tercer planeta de aquel sistema, ahora condenado al olvido eterno.
En los cielos, la luz divina se retiró, dejando atrás un espacio vacío donde una vez había existido la esperanza. La triste historia de la Tierra se convirtió en una lección eterna sobre las consecuencias de las elecciones humanas y la importancia de abrir el corazón a la redención.
Así, en el rincón más lejano del cosmos, el tercer planeta quedó abandonado y olvidado, mientras que en otros lugares, la vida y la evolución continuaron su curso sin la presencia de aquel mundo que eligió permanecer en las sombras...