Hace mucho mucho tiempo en un lejano bosque muy frío...
En lo más profundo del bosque solitario, donde el murmullo de los árboles y el crujir de las ramas formaban la única sinfonía, un viajero del tiempo se encontró con un leñador de aspecto anciano que trabajaba incansablemente cortando troncos para su modesta cabaña. El leñador, conocido como Oleg, llevaba una vida solitaria, alejado de la bulliciosa civilización.
El viajero del tiempo, un hombre con ropas extrañas y un brillo en los ojos que delataba su conocimiento de eras pasadas y futuras, decidió entablar conversación con Oleg. La charla se volvió fascinante cuando el viajero reveló su verdadera naturaleza y la capacidad de viajar a través del tiempo. Oleg, aunque inicialmente escéptico, escuchó maravillado las historias de épocas distantes y futuros desconocidos. El viajero, intrigado por la soledad de Oleg, compartió una idea que le había surgido en sus travesías temporales: la alegría de dar regalos a los niños de un pueblo cercano.
"Imagina," le dijo el viajero, "traer sonrisas a los rostros jóvenes, sembrar la magia en sus corazones. Podrías convertirte en el mensajero de la felicidad." Oleg, inspirado por la sugerencia del viajero, decidió ponerla en práctica. Comenzó a esculpir juguetes de madera y a recolectar pequeños tesoros del bosque para regalar a los niños del pueblo. La alegría que irradiaban esos obsequios era contagiosa, y el pueblo comenzó a apreciar la generosidad del leñador solitario.
Lo que el viajero del tiempo no sabía era que Oleg, el leñador, era en realidad su tatarabuelo. La cadena de acontecimientos desencadenada por la sugerencia del viajero llevó a que Oleg conociera a una encantadora joven del pueblo, Agnes, quien quedó cautivada por su generosidad y nobleza de espíritu. Oleg y Agnes se enamoraron, formaron una familia, y así se trazó el linaje que eventualmente condujo al nacimiento del propio viajero del tiempo.
La sugerencia del regalo no solo cambió la vida de Oleg, sino que también inició una tradición que perduró a lo largo de las generaciones: la tradición de Santa Claus. El tatarabuelo, sin darse cuenta, había desencadenado una paradoja inversa del tiempo, donde su propia existencia dependía de la idea que él mismo había proporcionado.
Así, en lo más profundo del bosque solitario, entre risas de niños y luces titilantes de regalos, el viajero del tiempo comprendió la profundidad de las conexiones familiares y el impacto de un simple gesto generoso en el tejido del tiempo, pero sabemos bien que este solo fue el primer encuentro entre nuestro viajero del tiempo y el anciano Oleg...
Continuará...