Y si la historia no es como nos la contaron, si existen pasajes del pasado que han sido modificados...
Había una vez, en un oscuro rincón del mundo, un encuentro insólito que cambiaría el curso de la historia. Vlad Dracul, el legendario Conde Drácula, y Jesucristo, el Mesías, se encontraron en una taberna solitaria al borde de un pequeño pueblo. Ambos personajes eran inmortales y habían perdido la fe en la humanidad debido a sus experiencias a lo largo de los siglos.
La taberna estaba oscura y apenas iluminada por las tenues luces de las velas. Dracul y Jesucristo se sentaron en una mesa al fondo, rodeados por la penumbra, y pidieron un par de cervezas. A medida que sus vasos se llenaban, comenzaron a conversar, intercambiando historias y decepciones.
Dracul, con su mirada cansada y penetrante, empezó a relatar sus batallas y su sed de sangre a lo largo de los siglos. Habló de su soledad, de cómo la humanidad lo había condenado a vivir en las sombras y de cómo había perdido la esperanza de encontrar redención en algún lugar.
Jesucristo, con su rostro sereno y sus ojos llenos de compasión, escuchaba atentamente. Él compartió su propio viaje a través de los años, hablando de su amor por la humanidad y de cómo había sido traicionado por aquellos a quienes había intentado salvar. Expresó su desilusión al ver cómo la humanidad se sumergía en la maldad y la corrupción, y cómo muchos habían olvidado el mensaje de amor y compasión que había intentado transmitir.
Mientras bebían sus cervezas, los dos inmortales se dieron cuenta de que tenían mucho en común. Ambos habían sido rechazados y malentendidos por la humanidad. Compartieron sus experiencias de ser perseguidos y juzgados, y cómo eso había dejado una marca en sus almas inmortales.
En medio de la conversación, Dracul hizo una pausa y miró fijamente a Jesucristo. "¿Crees que algún día la humanidad encontrará la redención?", preguntó con voz sombría. Jesucristo suspiró y respondió: "Es difícil decirlo, Vlad. Aunque siempre hay esperanza, veo un futuro incierto. La humanidad tiene libre albedrío, y eso a veces lleva a elecciones desafortunadas".
Ambos sabían que la Tierra no se esperaba un final feliz. La cerveza se desvaneció lentamente mientras continuaban su conversación, compartiendo sus preocupaciones y reflexionando sobre el destino de la humanidad. Aunque desilusionados, reconocieron que todavía había pequeños destellos de bondad en el mundo, y que tal vez, algún día, esas chispas podrían encender un cambio real.
Al final de la noche, Dracul y Jesucristo se despidieron con un apretón de manos y una mirada de comprensión mutua. Aunque no tenían todas las respuestas, habían encontrado consuelo en su encuentro. Sabían que debían seguir adelante, cada uno a su manera, tratando de encontrar el significado en sus inmortales existencias y tal...
...