En la oscuridad de mi propia cruz,
el arrepentimiento late en mi pecho,
un eco de sombras que me seduzca,
un pesar profundo, un destino estrecho.
Pasan los días, cadenas que aprietan,
y el dolor persiste, sin redención,
la culpa me envuelve, las sombras me gritan,
una agonía que clama expiación.
Busco refugio en la noche sin estrellas,
donde el silencio acalla el remordimiento,
evadir el dolor en sombras tan huellas,
pero la culpa persiste, un tormento.
Quiero que mi cerebro cese su juicio,
que los mensajes de culpa desistan,
pero el eco del remordimiento es un susurro,
un murmullo que en mi mente persista.
Evito, en vano, encontrar la redención,
una paz que se desvanece en el viento,
mi mente busca en la sombra la absolución,
pero el dolor persiste, es un tormento.
Entre letras, mi escape escribe su danza,
poemas que reflejan mi sufrir,
un intento de hallar la esperanza,
pero el poema me recuerda a mí.
Cada palabra, un eco de mis errores,
cada verso, un reflejo de mi conciencia,
mi mente entre versos se desgrana,
un lamento que se pierde en la penitencia.
Evito, trato de escapar del abismo,
entretejiendo rimas como hilo sutil,
pero el dolor persiste, es un sismo,
y el poema me lleva al final, al filo.
En la horca de la propia condena,
se mece mi sombra, danza sin cesar,
un adiós en la cuerda que enreda,
el arrepentimiento, mi última verdad.
mXaX