miércoles, 30 de octubre de 2013

Día 30 - Sergio Badilla




No hay quien le lleve mensajes



en todo este gentío




ni tampoco alguno dispuesto a interceder por mí



Se fue el verano y la perdí de vista, cuál era el número



de su domicilio, el color de su morada en ese andurrial



de Lima



frustré todo intento para volver a ella
....


(aún no he llegado a la desesperación)


Sólo sé que vivía con su madre y dos hermanos



y antes de tomar el colectivo



había un cielo de un gris insoportable



cuando nos dimos el último beso de despedida



en la avenida larga con esos vagos



que cantaban valsecitos, unas mujeres con pinta de puta,



pintarrajeadas como papagayos



niños pidiendo limosna, unos acosadores a la



salida de un comedero


próximos de la navidad del 2000 y



quizás pesando en el término del mundo



así mismo en la Edad Media con el milenio.



Los mormones y los bautistas se aprovisionaban


claro y si hubiese ocurrido el cataclismo... qué



esa vez un borracho se puso a mear su cerveza



a plena luz del día ¡qué desvergüenza con



los pantalones abajo!



¡La facha del cholo! Figúrense



ella mirando con normalidad esa escena



y yo con un beso de ingenuo en mis labios.








UN BESO DE DESPEDIDA
Sergio Badilla
(Imagenes corresponden a borde costero 
de Iquique, Chile)

martes, 29 de octubre de 2013

Día 29 - Teresa Wilms Montt



Mi alma, celeste columna de humo, se eleva hacia

la bóveda azul.




Levantados en imploración mis brazos, forman la puerta
de alabastro de un templo.





Mis ojos extáticos, fijos en el misterio, son dos lámparas
de zafiro en cuyo fondo arde el amor divino.




Una sombra pasa eclipsando mi oración, es una sombra
de oro empenachado de llamas alocadas.



Sombra hermosa que sonríe oblicua, acariciando los sedosos
bucles de larga cabellera luminosa.



Es una sombra que mira con un mirar de abismo,
en cuyo borde se abren flores rojas de pecado.


Se llama Belzebuth, me lo ha susurrado en la cavidad
de la oreja, produciéndome calor y frío.




Se han helado mis labios.


Mi corazón se ha vuelto rojo de rubí y un ardor de fragua
me quema el pecho.


Belzebuth. Ha pasado Belzebuth, desviando mi oración
azul hacia la negrura aterciopelada de su alma rebelde.


Los pilares de mis brazos se han vuelto humanos, pierden
su forma vertical, extendiéndose con temblores de pasión.



Las lámparas de mis ojos destellan fulgores verdes encendidos
de amor, culpables y queriendo ofrecerse a Dios; siguen


ansiosos la sombra de oro envuelta en el torbellino refulgente
de fuego eterno.




Belzebuth, arcángel del mal, por qué turbar el alma
que se torna a Dios, el alma que había olvidado las fantásticas


bellezas del pecado original.
Belzebuth, mi novio, mi perdición...





BELZEBUTH
(Teresa Wilms Montt,
escrito en Madrid en 1919)
(Imagenes corresponden al 
Parque de las Esculturas, 
Providencia y
Centro de la capital - Santiago de Chile)





lunes, 28 de octubre de 2013

Día 28 - Juvenal Ayala



Mi abuelo solía llevarme al muelle,


tejía sus redes en la arena del Colorado



y temía sus olas mi esplendor de niñez.


Andaba tras cangrejos en el óxido negro


de los pilotes, los botes varados, la arena



y mi abuelo reparando cabos y varillas.


Y eso es aquel hombre fuerte: mi infancia.



Cuando nacía junto a él, mi espíritu,



y el bote de mi vida apenas tocaba mar.


El velero de la suya varaba ya esperanzas,


y no alcanzaba a entender naufragios



y no sabía pensar sino sus bogadas.



Su sarta de congrios, cabrillas y hasta


una albacora, de aquellas que pescar solía



y traer a puerto, más que sus bancadas.



Yo no supe bien, cuando cambió rumbo


al océano interminable de negras aguadas,



sino cuando hundiéronse sus ojos,


Su ceviche, su andar altivo, su papaniagua,


y el amor de los días que al muelle llevarme



solía mi abuelo, ¡ah, cuándo la infancia







MI ABUELO
Juvenal Ayala
(Imagenes corresponden a 
Cerro San Cristobal, Santiago de Chile)