Se tejen las experiencias, un caleidoscopio sincero.
A veces, la dulzura nos acaricia con su esencia,
Y el mundo parece un paraíso en nuestra existencia.
Sonrisas radiantes adornan días de alegría,
Nos envuelven risas, canciones, en plena sinfonía.
Pero también, en ocasiones, la amargura nos invade,
Y el ánimo se marchita, cual flor en desamparo y jade.
Sin embargo, en cada paso, debemos proseguir,
Aunque falten fuerzas, aunque cueste sonreír.
Pues el camino se extiende, hacia un destino final,
Donde en el abrazo eterno, reencontraremos al ancestral.
Nuestros seres queridos, que en el adiós se adelantaron,
En el reencuentro anhelado, nuestros corazones se encontraron.
Allí, en la paz infinita, donde no existen despedidas,
Las almas se entrelazan, en amorosas bienvenidas.
Así pues, mientras transitamos por esta senda,
Aprovechemos cada instante, cada palabra tierna.
Brindemos amor y compañía a quienes nos rodean,
Forjando vínculos profundos, que en la eternidad perduran y recrean.
En cada amanecer, en cada atardecer dorado,
Celebremos la vida, con pasión y amor entrelazados.
Porque aunque sea efímera, un regalo fugaz,
Podemos vivirla plenamente, dejando huellas en paz.
La vida, dulce y agraz, se despliega ante nosotros,
Aprendamos de sus lecciones, abrazando sus tesoros.
Y en el final llamado, sin temor ni melancolía,