Cuando era niño, solía preparar con mis hermanos un postre muy parecido al que aparece en la infografía, aunque con algunas diferencias. Por supuesto, no llevaba licor —éramos pequeños, después de todo—, pero a veces le añadíamos crema batida y lo coronábamos con dos galletas obleas, como si se tratara de un pequeño tesoro dulce.
Siempre creímos, especialmente mis hermanos y yo, que esa delicia era una creación completamente nuestra. Nos gustaba pensar que habíamos inventado algo único, una especie de secreto culinario que solo nosotros conocíamos. Hay que tener en cuenta que esto ocurría en los años 80, una época sin internet ni redes sociales, donde la imaginación tenía mucho más espacio para florecer.
Feliz Martes!!!
Nos leemos en el futuro.