En la quietud de la noche estrellada,
Maria susurra a su niño divino,
un amor que trasciende, sin medida,
sabiendo el destino, su gran destino.
En sus brazos acuna la promesa,
un hijo amado, luz de eternidad,
y en su mirada, la verdad confesa,
el ángel le habló de su gran bondad.
"Pequeño mío, luz de redención,
un destino trazado en el cielo,
cada momento predicho con devoción,
tu camino marcado, divino destello.
El ángel mensajero reveló el camino,
cada paso que guiaría tus días,
un amor profundo, un designio divino,
en la historia que cambiarías.
Conoces mi corazón, mi pequeño tesoro,
sé que en tus manos el mundo sanará,
aunque en mi pecho albergue un decoro,
sé que tu camino no puedo cambiar.
En cada risa, en cada lágrima que derrame,
veo reflejado el propósito eterno,
sé que tu sacrificio el mundo redimirá,
un amor que supera cualquier invierno.
Mi hijo amado, luz de esperanza,
aunque en mi ser se agite la agonía,
confío en el plan que el Creador avanza,
en tu sacrificio, en tu luz, en tu guía.
No puedo cambiar el rumbo trazado,
ni impedir el destino que te aguarda,
pero en mi corazón, amor consagrado,
serás la luz que al mundo restaura."
Y en el silencio de la noche serena,
Maria abraza a su hijo con ternura,
con el peso del destino en su escena,
amor divino, luz que perdura.
MxAx
Feliz Navidad,
ha nacido el Salvador